Sus rasgos característicos son los colores, las formas y su línea sencilla. Y ésta es su característica principal. la sencillez, la sencillez de la navaja de Ockham, la sencillez de "¿cómo no se me ha ocurrido eso a mí?", la excelencia de la sencillez.
La respuesta resulta evidente, lo sencillo no es fácil. Pensemos en cosas sencillas, respirar, caminar, vivir, tener hijos, ser honesto, ser paciente, ninguna de ellas es fácil. Que una actividad se realice de manera cotidiana por un gran número de personas o que esté sumamente interiorizada no significa que sea fácil.
Pongamos un ejemplo, una persona A está explicando a B algo sumamente interesante y éste anota una frase impactante en un papel. Pues bien, ese acto tan habitual y sumamente sencillo, mirado con una cierta perspectiva no es fácil en absoluto. Un sonido emitido de manera elaborada ha sido recogido por una mente que lo ha descifrado, lo ha entendido y lo ha convertido en unos dibujos sobre el papel, que podrá hacer sonar de nuevo en cualquier otro punto temporal.
Ese proceso tan simple conlleva un proceso de miles de años para el ser humano.
El mismo proceso ha tenido lugar para conseguir nuestro bipedismo, y el género humano tras cientos de miles de años de evolución ha conseguido la hipertrofia de la musculatura del tren inferior, variaciones posicionales de la cintura y de la columna vertebral.
De la misma manera se desarrolla nuestra vida cotidiana. Ser amable, ser generoso no es fácil, pero lo conseguimos añadiendo a nuestras capacidades un poco de inteligencia emocional o pensamiento positivo, y en otras ocasiones, todavía no sé porque, es mucho más complicado, mucho más difícil con nosotros mismos.
Efectivamente, con nosotros mismos no somos en absoluto generosos, antes bien al contrario somos nuestros más crueles críticos, nuestro público más exigente; no nos damos ningún margen de error y siempre, después de la satisfacción, queda el regusto amargo del "podía haberlo hecho un poco mejor".
Se trata, como deportistas que somos, de empujar nuestro muro día a día y colocarlo un poco más lejos, hacer un largo más en la piscina, bajar nuestra marca un segundo más. Se trata sin caer en la displicencia que nos aboca a la desidia, de reconocer nuestros avances y nuestras mejora, pues cada día en nuestro entreno, en cada paso de damos, somos mejores.
El ponernos cada día frente a nosotros, vestirnos, calzarnos y salir a comernos el mundo (deportiva, laboral y económicamente) a diario es una victoria y es de justicia que nos reconozcamos nuestros sencillos avances.
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