lunes, 15 de junio de 2015

NI UNA PALABRA MÁS.






Me gustan los fines de semana.  Me gustan mucho los fines de semana. Por varias razones, porque no voy a trabajar, porque no tengo que madrugar y, además, porque me da tiempo para pensar, reflexionar, meditar, llámese-como-se-quiera. Y una vez que consigo sacudirme el bullicio del mundanal ruido tengo la posibilidad de confirmar mi teoría de las situaciones tóxicas.



Las situaciones saludables son difíciles de generar, para conseguirlas es necesario un esfuerzo, un entrenamiento, hacer gimnasia de inteligencia emocional hasta poder conseguir que todo desemboque en una postura interiorizada y natural. Es decir, este tipo de situaciones las generan personas con una energía que conlleva un movimiento, una dirección, una intención y una voluntad.



En el otro extremo, y no quiero señalar a nadie, existen las situaciones tóxicas. Éstas son mucho más fáciles de generar, únicamente hay que dejarse llevar por la inercia y minar, o al menos intentarlo, las voluntades de los que están en movimiento.



Esta segunda voluntad se manifiesta con frases del tipo “Ya son ganas de…”, “¡Qué manera tienes de hacer el tonto!”, “A mí en esas no me verás”; pero luego les oyes decir cosas como “Estás en todas”, “No te pierdes una” o “Desde luego, tú estás en todas las salsas”.



Este segundo tipo de personas siempre van en manadas, porque esa su única fortaleza e intoxican el ambiente con sus círculos cerrados, con sus cuchicheos, sus risas y sus medio-conversaciones que no quieren que se entiendan. Con todo ello lo único que manifiestan es su incapacidad para generar emociones y para tener un verdadero interés en su propia vida.



En consecuencia tenemos que hacer un esfuerzo para ver que lo que para algunos es normal, para ellos es excepcional. Pero la mayor diferencia de todas es que los tóxicos sueñan una vida y los saludables vivimos nuestros sueños.



Y aunque hay que tener cuidado con ellos, no se merecen NI UNA PALABRA MÁS.



 SUAF.

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