Me
gustan los fines de semana. Me gustan
mucho los fines de semana. Por varias razones, porque no voy a trabajar, porque
no tengo que madrugar y, además, porque me da tiempo para pensar, reflexionar,
meditar, llámese-como-se-quiera. Y una vez que consigo sacudirme el bullicio
del mundanal ruido tengo la posibilidad de confirmar mi teoría de las
situaciones tóxicas.
Las
situaciones saludables son difíciles de generar, para conseguirlas es necesario
un esfuerzo, un entrenamiento, hacer gimnasia de inteligencia emocional hasta
poder conseguir que todo desemboque en una postura interiorizada y natural. Es
decir, este tipo de situaciones las generan personas con una energía que
conlleva un movimiento, una dirección, una intención y una voluntad.
En el
otro extremo, y no quiero señalar a nadie, existen las situaciones tóxicas.
Éstas son mucho más fáciles de generar, únicamente hay que dejarse llevar por
la inercia y minar, o al menos intentarlo, las voluntades de los que están en
movimiento.
Esta
segunda voluntad se manifiesta con frases del tipo “Ya son ganas de…”, “¡Qué
manera tienes de hacer el tonto!”, “A mí en esas no me verás”; pero luego les
oyes decir cosas como “Estás en todas”, “No te pierdes una” o “Desde luego, tú
estás en todas las salsas”.
Este
segundo tipo de personas siempre van en manadas, porque esa su única fortaleza e
intoxican el ambiente con sus círculos cerrados, con sus cuchicheos, sus risas
y sus medio-conversaciones que no quieren que se entiendan. Con todo ello lo
único que manifiestan es su incapacidad para generar emociones y para tener un
verdadero interés en su propia vida.
En consecuencia
tenemos que hacer un esfuerzo para ver que lo que para algunos es normal, para
ellos es excepcional. Pero la mayor diferencia de todas es que los tóxicos
sueñan una vida y los saludables vivimos nuestros sueños.
Y
aunque hay que tener cuidado con ellos, no se merecen NI UNA PALABRA MÁS.
SUAF.
Magnífica entrada, enhorabuena por tus palabra.s
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