La historia no ha enseñado que nunca hay que darse por vencido.
De haberlo hecho hubieran ganado Goliath, Jerjes y Estados Unidos, y no hubiera quedado ninguna enseñanza para los tiempos venideros. Pues, bien al contrario, no fue así y consiguieron sus respectivas victorias David, Esparta y...bueno, y todos los demás.
Acaso un ser invisible como un microbio no puede acabar él solito con toda una especie o una simple chispa no es capaz de provocar todo un incendio que asole una región entera.
Y este comentario viene a colación de la segunda parte de este aforismo, es decir, "No hay enemigo pequeño ni gigante invencible".
Para vencer a nuestro enemigo, gigante o no, es necesaria una perfecta y detallada planificación:
1) Elegir correctamente al enemigo.
2) Evaluar las flaquezas de nuestro contrincante.
3) Considerar oportunamente nuestros puntos fuertes.
4) Prepararnos para el enfrentamiento.
5) Elegir el momento adecuado.
6) Lanzarnos a por nuestra victoria.
Este sencillo planteamiento sirve tanto para los estudios, los negocios, las ventas y el deporte, pero es muy exigente y no permite ningún atajo. Para obtener el éxito debemos evaluar con exactitud todas y cada una de las situaciones que nos planteemos y, en ocasiones, no llegaran a buen puerto debido a la mala suerte o a un gran temporal que se ha interpuesto en nuestra ruta.
Aunque por otro lado, si la mala suerte continua o nos encontramos con demasiados temporales, cabe la posibilidad de hagamos alguna cosa mal y aunque en matemáticas "menos por menos es más", en la vida "mal por mal no es bien".
Por consiguiente en esas situaciones echemos el freno de mano, demos un receso a toda la operación para evaluar los daños y nuestro planteamiento, pidamos consejo y, si es necesario, redireccionemos nuestras prioridades.
Por supuesto, tras ello volveremos a empezar.
SUAF.
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