jueves, 28 de mayo de 2015

ELOGIO DE LA CALIGRAFÍA (II)

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Después de releer la entrada de Elogio a la caligrafía, seguí meditando y profundizando acerca del mismo tema. 

Recuerdo, que atendiendo a la técnica, había llegado a la conclusión de que la caligrafía servía no sólo para escribir bien y tener buena letra, sino que también servía para mejorar la concentración y reducir el índice de hiperactividad.

Añadamos a ello la forma, la necesidad de crear una pequeña obra mecánica de arte. Se trata de acostumbrarnos a trabajar con la máxima precisión y conseguir nuestra propia obra de arte, acostumbrándonos a ser generadores de un elemento bello y precioso.
 
El hecho de tener que repetir hacia la saciedad una frase servía y sirve para educar a través de las palabras. La ventaja reside en que una muestra para copiar puede ir desde un refrán de sabiduría popular a una máxima de Confucio, pasando por conceptos filosóficos o principios del buen ciudadano. Todo ello resulta ser un elemento de educación subliminal.

Otro elemento denostado y al borde de la extinción es el cálculo. ¿Cómo olvidar aquellas tardes haciendo multiplicaciones y divisiones por cuatro o cinco cifras y que, cuando acababas, te regalaban con un “haga la prueba necesaria”? ¡Qué bonitos recuerdos!

Pues resulta que aquellas operaciones que nos esclavizaban se han convertido en nuestro aliado para realizar unos veloces cálculos mentales.
 

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