miércoles, 27 de mayo de 2015

INVICTO

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En nuestra vida diaria y con infinidad de retos por conseguir y objetivos que cumplir, lo más normal es no obtener los resultados previstos y esto, como no puede ser de otra forma, genera un estado de frustración.

Según el neurocientífico Mauricio Papini la frustración está relacionada con el sentimiento de pérdida y los mecanismos del dolor. Pero su existencia viene dada por la necesidad de aumentar los mecanismos de resilencia. Para combatirla es necesaria una actitud positiva y proactiva, evidentemente. 

Sin olvidar, como decíamos previamente, que es un mecanismo de supervivencia, se debe evitar vivir de manera permanente en ella y mucho menos aceptarla como sistema de vida. Pues cualquiera de estas dos opciones, a largo plazo, tiene como resultado la depresión y la apatía emocional que lleva al peor de los estados, la indiferencia.

La manera de vencer la frustración en aquellos objetivos que dependen única y exclusivamente de nosotros mismos es fraccionar los grandes retos personales en mini éxitos. A todos nos resulta evidente la imposibilidad de correr un maratón el primer día que nos ponemos nuestro nuevo y reluciente calzado deportivo, difícilmente podremos ni con la mitad y con seguridad no podremos con un cuarto.

¿Para qué ponernos retos imposibles? ¿Por qué nos obstinamos en conseguir lo imposible? ¿Para frustrarnos? ¿Para necesitar luego la ayuda de alguien que nos motive? ¿Qué es la motivación? ¿Por qué todos queremos motivar o ser motivados? La motivación ha resultado ser en el último cuarto del siglo XX y principio del XXI una fuerza irrefrenable, una energía mágica. 

Un afamado psicólogo estadounidense, Albert Ellis, afirma que “ya es hora de decir que se pueden realizar todo tipo de acciones aunque no se tengan ganas.”  Ellis explica que hay dos tipos de motivaciones, la emocional o intrínseca que es aquella motivación que se deriva de las cuestiones deseadas, el segundo tipo es la motivación pensada o extrínseca, se trata de una motivación racional pero sin fuerza. 

La solución a todo ello ya se encontró en la historia, cuando durante el Renacimiento, hace ya 500 años, los sabios se dan cuenta de que el hombre es la medida de todas las cosas, el ser humano se convierte en el referente del mundo, las distancias, las alturas, las velocidades se miden en referencia al elemento racional de la creación. 

Sin embargo, no todos los seres humanos son iguales, los hay superdotados intelectual, musical o físicamente, y es dentro de estos parámetros donde debemos mejorar, de buscar una progresión. Y la única manera de mejorar es aumentar paulatinamente nuestras capacidades, poco a poco, mejorando a través de mini-éxitos, un minuto más, una brazada más, una flexión más, una levantada más y, ahora, por fin la última.

Añadiendo pequeños retos a nuestro entrenamiento habitual a nuestra vida real, familiar, laboral,… es como conseguiremos grandes avances por medio de nuestros mini-éxitos.

Resulta evidente, siempre queda margen de mejora, que podemos hacer un esfuerzo mayor, pero no era nuestro objetivo para hoy, ya hemos alcanzado nuestro mini-éxito diario. No hay que hacerlo todo de golpe, pues nos puede llevar a una lesión, a una sobredosis de cansancio que implica aumentar nuestro descanso, y no, no son esos nuestros objetivos. Nuestro objetivo es entrenar hoy, mañana y pasado, pues ese es el camino de la mejoría, del progreso, de conseguir nuestro objetivo.
FESTINA LENTE.

SUAF

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